El taxista adelanta por la izquierda, realizando una maniobra riesgosa y preponte ante la mirada del conductor del bus, que acelera evitando el paso del taxi. Un par de cuadras más adelante, con el semáforo en rojo, el taxista toma la llave del neumático y revienta cada espejo, ventana y parabrisas del bus, la mayoría de los pasajeros asustados huyen, otros intentan golpear al taxista, quien apenas alcanza a arrancar del linchamiento.
Esta es una historia urbana de cualquier parte del mundo, lamentablemente muy cotidiana, de la que prácticamente nadie escapa de ser testigo, pasando a formar parte del clima violento en la ciudades.
Son muchos los factores que explican, aunque ninguno justifica el odio y la ira, esa oscura emoción que va en contra posición al amor y a la armonía que emana de nuestro Divino Padre Creador.
En psicología se define el odio como un sentimiento complejo que permanece en el tiempo y que está dirigido contra un grupo de personas o cosas inanimadas, hace la diferencia con la ira, que puede ser pasajera, ambas oscuras emociones que pueden provocar una reacción agresiva e instintiva que nos retrotrae al salvajismo bestial.
El odio ha estado siempre presente a lo largo de la historia de la humanidad, el prejuicio, la ignorancia, lo desconocido, los miedos, el rechazo a lo distinto, la discriminación, pero también el descontento con las injusticias sociales, los abusos, las burlas gatillan odios e iras colectivas que pueden generar una escalada de gran violencia.
El odio enceguece y ensordece a las personas, anula toda posibilidad de razonamiento, quedan literalmente poseídos bajo este sentimiento brutal, suprime toda salida pacífica del conflicto.
Existen los llamados grupos de odio, personas organizadas bajo este oscuro sentimiento y que con total conciencia se reúnen para perseguir, fustigar e incluso violentar a otros grupos de personas, clasificándose como homofóbicos, racistas, xenofóbicos etc., en este planeta de expiación y primitivo, son miles los grupos de odio que hoy se han volcado a las redes sociales, proliferando día a día con ofensivos discursos que hacen eco en espíritus de bajo progreso espiritual.
Todos los espíritus encarnados en este planeta de expiación estamos regidos por la perfecta e inexorable Justicia de nuestro Divino Padre Creador, que da a cada cual lo que se merece, también a su infinita Misericordia que nos da la oportunidad de reencarnar una y otra vez para pagar nuestras deudas o Karmas por los daños físicos o morales que hemos cometido contra nuestros semejantes en vidas o reencarnaciones anteriores. La Justicia Divina traza en nuestros destinos situaciones con nuestros semejantes, que nos ponen a prueba con la finalidad de ir progresando espiritualmente. A veces nos pone a prueba como víctima y otras como posible victimario, donde debemos superar la irracionalidad del odio y la ira, con la sabiduría del amor.
No tener odios, rencores, ni impartir justicia propia, corresponde al Estatuto N° 9 que practican los hermanos de nuestra Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén y que debemos cumplir a cabalidad, pero también somos ciudadanos, trabajadores, estudiantes y estamos expuestos situaciones que nos indignan y que por cierto, tenemos derecho a manifestar. Sin embargo y producto del estatuto antes mencionado, rechazamos todo tipo de violencia. La reacción que cada uno tenga ante estas situaciones dará cuenta de alguna forma, del progreso espiritual que cada uno posea.
Odiar no es delito (jurídicamente hablando) es una emoción. El delito es agredir, amenazar, atacar, discriminar o ejercer cualquier tipo de violencia. Si además esa violencia se ejerce sobre una persona por su condición de inmigrante, homosexual, judío o pertenecer a un grupo considerado “diferente”, entonces es cuando se denomina delito de odio.
El que odia no ve personas con nombres y apellidos, ve categorías, enemigos abstractos, los extranjeros, los musulmanes, los gitanos, etc. Así es cómo deshumaniza a sus víctimas.
Los Maestros de la Cosmogonía a través de Madrecita Laura Antonia, nos dejaron este maravilloso mensaje que explica con sabiduría, la importancia de la Serenidad en los espíritus para controlar y opacar ese sentimiento de ira y odio. Por lo que podemos decir humildemente que conocemos y a la vez compartimos el antídoto contra estas dos cosas nocivas para el espíritu….
…Mensaje de los Maestros de la Cosmogonía entregado a través de Madrecita Laura Antonia en trance mediúmnico en el año 1971: Sobre la Serenidad
“Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
En nuestra dura Misión, quisimos regenerar a todos los espíritus de esta familia terrena, pero la barrera impenetrable del materialismo humano nos alejan de la Tierra.
La Serenidad es la verdadera Potencia en el conocimiento de todas las cosas y sólo en ella estriba el éxito de la carrera de los hombres.
Pero no puede tener Serenidad ningún ignorante, porque todo ignorante será injusto y no sabe amar ni puede despojarse de los bienes materiales.
La Serenidad es el verdadero filtro mágico y debe de llegar en vosotros hasta la perfección relativa.
No debéis afectaros por ningún hecho: ni por la alegría, ni por la tristeza, ni por la vida ni por la muerte de la materia, porque esa afectación indica debilidad y demuestra ignorancia.
Pero no seáis duros de corazón, porque el sentimiento natural es diferente a la afectación.
La Serenidad tiene por marco Supremo al Amor, por Único y Verdadero Maestro al Padre común y Universal Creador, cuyo nombre la Cosmogonía entera, todos lo pronuncian reverentes: Dios.
Por ello, por Uds. vuestra Médium Madrecita Laura Antonia, da su vida y su amor.
Fin del Mensaje Sagrado.
Queridas lectores, que los efluvios de amor de nuestro Divino Padre Creador, llenen sus corazones de amor y sabiduría para enfrentar cada uno de los embates que en Justicia nos toca vivir.
Gloria al Divino Padre Creador en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena Voluntad. Que así sea.
Hno. Luis Valdivia
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