El cielo es Tu Trono y la Tierra el Estrado de Tus pies. Tu Reino es el Universo. Tu Voz son truenos que retumban en los cielos.

Nos iluminas con Tus Ojos, que son la luz y la guía de nuestros espíritus. Has tomado nuestras manos guiándonos en una densa oscuridad, abriendo nuestra mirada a las maravillas del conocimiento, experimentando la belleza y la cercanía de Tu profundo Amor.

¡Oh, Señor! Tú eres y has sido el Dueño de todo lo que existe, el Cimiento de tu progenie bendita, la Esperanza de nuestros espíritus.

Has tomado a tus hijos del cáliz del sufrimiento, entregándonos con Tu Aliento, el soplo de la Vida y la Energía de Tu Espíritu. Nos has moldeado al rojo vivo, en el fuego de la Sabiduría. Eres y has sido el forjador de nuestra eterna existencia, entregándonos Tu Amor y Tu justicia.

Has creado un lazo indisoluble con tus hijos fieles, para que jamás te olvidáramos ni nos desviáramos del camino, que claramente nos señalaron tus Santos Mandamientos. Nos multiplicaste y nos guiaste en el Éxodo, hacia los confines del mundo, entregándonos la “tierra prometida”, en aquella remota época, que fue señalada por los Profetas que Tu enviaste.

Extendiste tu pacto con aquellos espíritus fieles que recibieron las palabras de Verdad de Tu Hijo Dilecto, nuestro amado Divino Maestro Jesús, el Mesías. Aquellos fieles que lo escucharon y lo siguieron admirados: los humildes de espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los de limpio corazón, los que han sido perseguidos por practicar la Justicia. Y Tú, Padre amado, los premiaste, sacándolos a reencarnar en otras razas y lugares de la Tierra, a la espera del nuevo “Horizonte iluminado”, que significó Madrecita Laura Antonia, la Profeta del Apocalipsis en el siglo XX, quien, desde este confín del Mundo, nuevamente trajo a la Tierra, gracias a Tu Divina Voluntad, Tu Verdadera Palabra, Amadísimo Padre Todopoderoso.

Hoy, septiembre de 2018, mientras la humanidad terrena se debate en la idolatría y el materialismo, atropellando a su amaño las Leyes Sagradas de la Naturaleza, y aproximándose locamente al Holocausto Nuclear, so pretexto de una guerra comercial; nosotros tus siervos fieles de la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén, los humildes de espíritu para acatar Tus Sagrados Mandatos, resumidos en la sublime enseñanza de nuestro Maestro Mesías: “Amad a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos”, esperamos en paz el Día Final, que próximo está, como los mismos acontecimientos telúricos y meteorológicos de nuestro planeta Tierra lo confirman día a día.

Esperamos en paz y con la esperanza de formar parte de los “elegidos”, que han de ser salvados de la Hecatombe Final. Si Tu Divina Voluntad, amadísimo Padre, lo permite, en Tu infinita Justicia y Misericordia. Así sea.

Hermana Andrea Ramos, de la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén.

30 de septiembre de 2018. La Pintana, Santiago.

Padre mío que en los cielos estás

Guíame por tu camino que es solo Verdad

Muéstrame las maravillas que mis ojos no ven

Y enséñame la Ciencia que yo divulgaré.

Y es que hacía Tu luz camino sereno

Para en Tu Templo bajo Tus Alas descansar

Regocijado de Tu Amor Eterno

Que mis obras en la Tierra permitieron alcanzar.

Benditas las voces que en Tu nombre rezan

Y benditas las manos que obran por Ti

Benditos los espíritus que Tu Ciencia profesan

Y benditos los pies que Tu Camino han de seguir.

Padre mío que en los Cielos estás

Te ruego que este canto lo vengas a escuchar

Envía Tus Ángeles para que eleven mi voz

Y que así se escuche en Tu Reino de Amor.

Benditas las voces que en Tu nombre rezan

Y benditas las manos que obran por Ti

Benditos los espíritus que Tu Ciencia profesan

Y benditos los pies que Tu camino han de seguir.

Poema compuesto el 27 de marzo de 2013 por la hermana Gabriela Antonia Silva Valdés,

de la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén, La Pintana, Santiago.