A mediados de mayo de 1972, los Maestros de la Cosmogonía, a través de una incorporación en la Hermanita Antonia, nos citaron a los Obispos y Sacerdotes del Centro Espírita – Espiritual – Paz y Amor, primer nombre de nuestra actual Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén, para que vistiendo nuestras túnicas blancas y acompañando a nuestra Guía Espiritual y Fundadora, concurriéramos a un potrero de Lampa, en las afueras de Santiago, a las 20 horas en punto en el lugar, “porque ahí verán algo nunca visto por ustedes.”
Con anhelo y expectación, yo estaba decidido a participar en esta citación sagrada, a como diera lugar.
En esos días, mi jornada de trabajo como dibujante de arte en un Canal de TV de Santiago, terminaba a las 19 horas. Mi estudio estaba ubicado en calle Lira, a media cuadra de la Alameda Bernardo O’Higgins, a unos 6 kilómetros de nuestra Sede religiosa ubicada en calle Caliche 972 en el barrio de Recoleta. Nuestro bus, contratado para el efecto, debía partir desde nuestra Sede a las 19.30 horas a más tardar, para estar a las 20 horas en el lugar señalado por los Maestros.
Por lo tanto, yo debía salir de mi trabajo a las 19 horas en punto, tomar un bus o taxi a una cuadra de distancia y así llegar a tiempo para alcanzar nuestro bus en la Sede. Prevenido, llevé a mi trabajo mi túnica blanca en una bolsa plástica. Así pues, tenía todo planificado y calculado al minuto.
Pero nuestra amadísimo Divino Padre Creador, me tenía preparada una prueba de fe para ese día.
En efecto, ese día me llegó una cantidad de trabajo de arte, mucho mayor que lo habitual, que debía ser entregado a los productores de programas a las 19 horas en punto, para los espacios de TV de esa noche. Entonces, con gran entusiasmo y determinación, acepté el reto de entregar ese cúmulo de trabajo a las 19 horas, y corriendo contra el tiempo.
Trabajé sin descanso, ininterrumpidamente. No pude ir a mi casa a almorzar y envié a buscar una bebida y un sándwich, que engullí mientras dibujaba. Tampoco tomé el té y así fue como a las 19,15 horas entregué el último pedido. Tomé mi bolsa con la túnica y mi abrigo y corrí a una cuadra de distancia, a una avenida con mucho tráfico hacia la zona de mi destino, pero… ¡oh, desengaño y frustración!…todos los buses pasaban llenos y los taxis iban ocupados. Ahí estuve unos minutos, presa de la desesperación e impotencia…pasaban los minutos…
Entonces tomé una decisión heroica: Eché a correr, emprendiendo una mini Maratón de seis kilómetros, para intentar llegar a alcanzar nuestro bus, que por esta hora ya debería haber partido. Corrí sin descanso, atravesando la Alameda, luego por el lado de Cerro Santa Lucía, y después por la Avenida Recoleta, en medio de la curiosidad de los transeúntes, que me miraban extrañados, pensando tal vez que yo huía de algo o de alguien. En ese tiempo tenía yo unos cuarenta años, estaba delgado, caminaba bastante cada día hacia mi trabajo, llevaba una vida sana, de trabajo y estudio, por lo que estaba en excelente estado físico. Así es que corrí y corrí, rogando al Padre que el bus no hubiera partido…
Cuando finalmente doblo la esquina que daba a nuestra Sede, veo, ¡Gracias al Padre Divino!, que el bus está con sus luces encendidas, el motor en marcha y lleno con los hermanos con sus túnicas blancas y con la Hermanita Antonia. Empapado de sudor, apenas tuve aliento para dar un “buenas noches” a todos y subí rápidamente. Entonces la Hermanita dio la orden de partida hacia nuestro destino.
Un hermano me confidenció después, que el chofer del bus le preguntó varias ves a la Hermanita si ya podían partir, porque estaban atrasados, y ella contestaba: “No todavía”…
Me senté en uno de los últimos asientos, agotado, sudoroso, pero feliz, dando mentalmente infinitas gracias al Padre Divino, ya que gracias a la clarividencia de la Hermanita Antonia, iba a poder disfrutar de lo que fue para todos una experiencia inolvidable.
Una Experiencia Inolvidable.
(Artículo publicado en la Revista Astral N° 3, de julio de 1972, órgano de difusión del Centro Espírita Paz y Amor, en Santiago de Chile.)
“Así podríamos llamar a lo vivido esa tarde lluviosa a mediados de mayo de 1972, en un campo en las afueras de Santiago, por un grupo de hermanos del Centro Espírita Paz y Amor que acompañábamos a nuestra Hermanita Laura Antonia. Habíamos acudido a una citación de la Divina Jerarquía, hecha a través de un trance de nuestra Hermanita Laura Antonia, en la que se nos pedía acudir ese día, a una hora determinada, a un lugar deshabitado en las afueras de Santiago (Potreros de Lampa) donde iríamos a presenciar “algo nunca visto por nosotros.”
Acudimos a la cita, puntuales y anhelantes. Llegamos a un potrero, dejando los vehículos junto a la casa de un campesino, los que nos miraban con gran curiosidad, ya que vestíamos nuestras túnicas blancas. Nos alejamos de la casa a pie, internándonos en el potrero ya sumido en la oscuridad, y en un lugar señalado por nuestra Hermanita Laura Antonia, nos detuvimos y empezamos a entonar himnos con alabanzas al Padre Creador, al Divino Maestro Jesús y a María Madre de Jesús.
El cielo se encontraba completamente cubierto de densas nubes oscuras, y solo hacia el lado de la costa, había junto al horizonte una larga y angosta franja de cielo limpio de nubes, con un tinte rojizo, pues no hacía mucho que el sol se había ocultado. Arriba, no se veía ni una sola estrella y la oscuridad aumentaba por momentos. Nosotros continuábamos los himnos, cuando de pronto, nuestra Hermanita Laura Antonia nos dijo: … ¡Allí hay una Nave! … En efecto, a través de la nubosidad densa apenas se vislumbraba una luz semejante a una estrella.
Cantamos con renovados bríos, con la vista fija en la Nave, a la que percibíamos con dificultad. De pronto la Hermanita nos señaló hacia otro lugar del cielo y cuál no sería nuestro asombro, al ver que entre las densas nubes, avanzaba lenta y majestuosamente una imponente formación de más o menos doce a quince Naves, que se percibían como puntos luminosos que brillaban avanzando entre las nubes, formando dos grandes triángulos.
La impresionante formación llegó sobre nosotros y se detuvo, y luego de breves instantes, ante nuestro estupor, empezó a abrirse la nubosidad sobre nuestras cabezas y a través del enorme desgarrón de nubes, que solo se produjo sobre nosotros, se vio el cielo nocturno en toda su pureza, con el firmamento como telón de fondo y en medio de las estrellas, las Naves, que se habían detenido, y ya deshecha la formación de triángulos, ahora hacían pequeños movimientos, permaneciendo siempre en ese lugar.
Algunas Naves formaron dos cruces, contra el fondo de las estrellas. Nosotros contemplábamos maravillados todo ese prodigio. Solo sobre nuestras cabezas se abrieron las nubes y precisamente donde se encontraba la formación de Naves, permaneciendo totalmente cerrada la nubosidad en todo el resto del cielo. Esto duró algunos instantes y luego lentamente se cerró el gran boquete de las nubes, quedando el cielo totalmente cubierto de nuevo.
Seguimos cantando con gran fervor un himno a María, la Madre de Jesús, y de pronto aparecieron las luces de dos o tres Naves, y una de ellas se movía al compás de nuestro himno, ejecutando leves movimientos en lo alto.
Gozosos emprendimos la vuelta hacia los vehículos y repentinamente la Hermanita nos señaló un punto de la faja de cielo rojizo limpio de nubes, junto al horizonte: — ¡Otra nave allí! –. Todos miramos atentamente hacia el lugar, cuando repentinamente, a pocos metros del suelo apareció de la nada, una Nave brillante que avanzó a gran velocidad y silenciosamente, dejando una estela luminosa como la de fuegos artificiales, y se fijó en el aire, después de un corto recorrido. Casi simultáneamente, una segunda Nave apareció también de la nada, en el mismo lugar que lo hizo la primera, y realizando un recorrido a gran velocidad, dejando también su estela luminosa, llegó a fundir su forma discoidal con la primera, desapareciendo ambas en el acto. Donde en el segundo anterior había un portento ante nuestra vista y cuya trascendencia aun no alcanzábamos a comprender, en el segundo siguiente estaba solo la límpida franja de cielo rojizo junto al horizonte.
Esta demostración maravillosa de este vuelo de Naves interplanetarias a baja altura, duró solo dos o tres segundos. En verdad, solo alcanzamos a gritar de admiración, nosotros pobres habitantes de este planeta primitivo.
Regresamos a los vehículos, y nos encontramos a los campesinos, que parados junto a su casa y habiéndolo visto todo, estaban maravillados y sorprendidos, y nos preguntaban cuándo volveríamos allí, para poder disfrutar de otra demostración “a domicilio.”
Testimonio dado por el Hermano Carlos Opazo Barragán, que fue testigo presencial de este hecho maravilloso, Sagrado y Divino. La Pintana, Santiago de Chile, noviembre de 2.017.
“Gloria al Divino Padre Creador en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad.”
Madrecita Laura Antonia
Maravilloso espectáculo de la grandeza que poseen las naves interplanetarias, que provienen de otras dimensiones, mucho más avanzadas que la nuestra. Sólo un grupo de elegidos pudo presenciar tales desplazamientos y ser sorprendidos con algo nunca visto.
Dios es dueño del Universo y por tanto, puede enviar a sus Angeles a cualquier punto, en misiones de Paz, Amor y Protección.
Nuestros ojos y mentes, son infinitamente pobres para aceptar estos portentos y lograr siquiera dimensionarlos.
Sólo nos queda rogar al Padre que en esta reencarnación actual podamos progresar y elevarnos hacia mundos más desarrollados, para acercarnos un poco mas hacia su Gloria.
Bendito Sea el nombre del Todopoderoso, ahora y para siempre, por los siglos de los siglos, Amén!
Atenea
Precioso relato de nuestro querido hermano Monseñor Carlos Opazo, quien a pesar de los obstáculos que se le presentaron en el camino para asistir a tan maravillosa experiencia, fue perseverante en su cometido, mostrando una fe a toda prueba, lo que fue recompensado en justicia por Nuestro Amadísimo Divino Padre Creador, quien le dio la oportunidad de presenciar, junto a Madrecita Laura Antonia y a los demás hermanos una hermosa manifestación en los cielos, el paso de Las Naves Intergalácticas que observan nuestro planeta, donde van Seres de avanzado progreso espiritual de otros mundos superiores, Los Maestros, Mensajeros De Dios Todopoderoso.
Gracias Divino Padre por tener la dicha de conocer esta verdad, este maravilloso hecho.
Bendito y Alabado sea el Divino Padre Creador, por los siglos de lo siglos, Amen.
Simplemente Maravilloso.
Maravillosas videncias, dadas en justicia a aquellos hermanos fieles, que dejando de lado, todo lo material, en justicia fueron merecedores de aquellas pruebas de la Gloria de Nuestro Amadisimo Divino Padre Creador.
Gracias a nuestro hermano, por darnos una vez más, muestra de verdadera fe, por el relato hermoso de la situación, con lujo de detalle y con el amor a Nuestro Padre, como solo el lo puede relatar.
Bendito sea Nuestro Amadisimo Divino Padre Creador, Bendito sea Nuestro Amadisimo Divino Maestro, Bendita sea Nuestra Madrecita y Bendita sea Nuestra Maestra Sucesora, porque han sido y son la voz de Nuestro Padre Creador en la tierra y en el Universo.
"Gloria al Divino Padre Creador en las Alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad".