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El Partenón |
¡Atenas! esplendorosa ciudad, que evolucionaste desde la primitiva monarquía hacia la aristocracia y luego te convertiste en cuna de la democracia. Ciudad bella, con tus muros que fueron testigos de los primeros abusos de poder, los que luego fueron eliminados por un docto legislador, el sensato Solón, cuyas leyes trascendieron a través de la historia, siendo luego considerado como uno de los siete sabios de Grecia, llegando a ser famoso también por su honestidad y patriotismo, aligerando ¡Oh Atenas! la carga de tu pueblo. También fuiste testigo de la tiranía y de una Era Dorada con el insigne Pericles, con quien las ciencias y las artes recibieron un gran impulso.
¡Atenas! Tú no podías dejar de ser una ciudad fuerte, con la hidalguía, coraje y patriotismo de tus ciudadanos en armas, soportaste el azote de la guerra provocada por los persas, aquellas Guerras Médicas, que tanto dolor y desolación trajeron a tu tierra. Esparta tampoco quedó al margen del conflicto contigo, desatando la devastadora Guerra del Peloponeso. Por mucho tiempo colmaron los ámbitos los llantos y lamentos de las inconsolables viudas de tus guerreros, que con determinación y heroísmo defendieron tu legado de ciudad libre y próspera.
¡Atenas! Ciudad hermosa, tu destino estaba trazado y como recompensa a tus esfuerzos nuestro Divino Padre Creador, en un acto de amor y justicia forjó tu historia, para que en un momento cronológico y preciso, tus muros imponentes albergaran a un gran espíritu, del cual tus plaza y calles serían testigos del paso de aquel hombre excelente, que con su incesante quehacer, daba a conocer la Verdad proveniente del Supremo Hacedor, Dios Todopoderoso. Sí, Atenas, tú sabes que me refiero a ese gran hombre que fue Sócrates. Con el tiempo todo recuerdo se desvanece, pero ni el correr de los siglos ha podido borrar de ti Atenas, la imagen y presencia de de aquel hombre extraordinario, que fue incisivo en sus preguntas, irrebatible en sus razonamientos, humilde y noble en su actuar, de cuya boca emanaban ríos de sabiduría, porque su espíritu estaba iluminado por la Verdad Suprema y cuya misión fue Sagrada y Divina. Tu sabes, admirable Atenas, que Sócrates tuvo una Maestra que le enseñó la Luz de la Verdad de la Ciencia Espiritual que proviene del Divino Padre Creador. Fue una joven y hermosa mujer — Diotima de Mantinea — una medium extraordinaria y profetiza, que lo guió por la senda de la Verdad más pura y sublime. Ella fue una reencarnación de Madrecita Laura Antonia.
¡Ay Atenas! Si tus ciudadanos hubieran logrado comprender, que conociéndose a sí mismos, habrían logrado conocer al Padre Divino y a Sus Leyes Sabias, para obrar siempre en verdad y justicia…Pero no fue así. Sócrates fue rechazado y menospreciado por muchos, acusado de corromper a la juventud y otras calumnias, que como un torrente de maldad lanzaron contra él los enemigos de Dios. Sólo sus más fieles y cercanos discípulos, como lo fueron Platón, Alcibíades y otros, comprendieron su misión y continuaron con su legado.
¡Qué elevado espíritu despreciaron tus ciudadanos, Atenas! Desde lo alto, la Acrópolis fue también una atenta observadora de la infatigable misión de Sócrates, tu ciudadano escogido, incorruptible, intentando transmitir los más elevados conceptos morales, en ayuda de aquellos espíritus deseosos de conocer la Verdad procedente del Padre Celestial. Tus plazas fueron el escenario propicio de una perfecta academia natural donde Sócrates desarrolló sus fascinantes diálogos con sus discípulos. Mientras por otra parte y en las sombras mas tenebrosas, se encontraban los envidiosos e intrigantes, aquellos espíritus malvados y retardatarios, sin progreso, quienes, agazapados como fieras, se aprestaban a dar su zarpazo mortal de bestias humanas, de difamación y criminales calumnias, tal como siglos después lo hicieron con nuestro amado Divino Maestro Jesús, el Mesías.
¡Ay de aquellos jueces inicuos y perversos! Los que dentro de tus recintos, sentenciaron a muerte con injusticia y total ignominia, al más justo y sabio de los hombres que pisaban tu suelo, Atenas.
¿Recuerdas ese trágico instante en el que ese hombre insigne escuchó aquella sentencia espuria, que para el común de los hombres significa el más terrible veredicto?: ¡La muerte! Pero Sócrates, que poseía la verdad en su espíritu, sabía que la muerte es sólo un fantasma inexistente, puesto que el espíritu del hombre es inmortal y al dejar su cuerpo físico, da solo un paso ineludible hacia el mundo espiritual, donde vivirá su verdadera vida y siguiendo su eterno destino.
¡Atenas! Viste como el profeta del Padre bebió de aquella copa fatal colmada de veneno, ante la angustia y desesperación de sus discípulos, que en medio de su dolor veían la fortaleza de aquel espíritu sublime.
¡Atenas! Qué tristeza presenciaron en aquel instante tus plazas, calles y mercados en donde este hombre sabio derramó su sabiduría a raudales sobre todo ciudadano que quisiera escucharle. La infausta noticia de su muerte, se esparció como el viento por cada rincón de tus cimientos, calles y muros, dejando caer la pesada culpa de la ignominia cometida, sobre las cabezas de aquellos malvados que lo persiguieron y condenaron.
Sócrates, en su momento postrero, dirigió sus últimas palabras a uno de sus discípulos, diciendo: “Critón, le debemos un gallo a Asclepio. Así es que págaselo y no lo descuides”…Entonces. lamentos y llantos resonaron en tus vetustos muros, Atenas.
La lluvia que entonces cayó sobre ti Atenas, ciudad amada, corriendo por tus techos y murallas, resbalando por las columnas de tu imponente Partenón, reflejó la tristeza de haber perdido al hombre que con su presencia y su palabra excelsa, iluminó tus ámbitos ¡Oh Atenas! con una luz más pura que el sol y mostró a la historia que allí existió un hombre del cual emanó la Luz de la Verdad del Divino Padre Creador.
Hermano Juan Silva Carvajal.
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“La Muerte de Sócrates” obra del pintor Jacques-Louis David 1787 |
“Gloria al Divino Padre Creador en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad.”
La Pintana, octubre de 2015.
Es ampliamente conocido el gran aporte de la Civilización griega en múltiples disciplinas como las artes, deportes, filosofía, ciencia entre otras. Se destaca a Atenas como la ciudad cuna de toda esta cultura. Pero no todo lo que brilla es oro, también fue cuna de abusos, ambición, guerras, tiranía. Pero como bien dice el Hermano Juan Silva en su maravilloso escrito, Nuestro Amadísimo Padre Creador en su infinita misericordia envió un espíritu progresado, Sócrates, para dar a conocer la Luz en medio de un periodo de oscuridad para Atenas.
Mis mas humildes felicitaciones al Hermano Juan por su precioso trabajo.
Hna. Lorena Perelló V.
Magnífico relato y cronología de los hechos observados en la ciudad de Atenas, junto a la vida del representante de la Palabra Divina, como es Sócrates, quien debió lidiar con gran parte de los obtusos de mente y corazón que no reconocen al Padre.
Felicitaciones al hermano Juan!!….y muchos saludos a quien administra el blog, abriendo la oportunidad hacia quienes ven en la narración un canal para hacer florecer las palabras en favor de la Verdad.
Atenea
El hno. tiene condiciones de escritor, felicitaciones, siga adelante por esta vía de entregar cultura a esta humanidad.
Hermosa obra que plasma el sentir, de muchos hombres y mujeres.
Viendo en aquel entonces a tan sabio hombre irradiar la ciencia espiritual en la ayuda de la humanidad, para así poder reconocer y amar a nuestro Divino Padre Creador.
También plasma el sentir de la injusticia y la persecución en todas las épocas, donde el hombre que viene con la verdad Divina es perseguido y asesinado por los hombres terrenos, para defender su egoísmo y materialismo.
Mis más sinceras felicitaciones al Hno. Juan por tan esplendorosa obra.
"Gloria al Divino Padre Creador en las Alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad"