O REVELACIÓN DE NUESTRA MADRECITA LAURA ANTONIA, PUBLICADA EN LA REVISTA ASTRAL N° 3, DE JULIO DE 1972, EN SANTIAGO, CHILE.
“Estimados lectores: Como les prometiera en nuestra Revista anterior, les narraré algunas experiencias que he tenido con los Hermanos de las Naves Interestelares que patrullan nuestro país.
Cierto día en que me encontraba en estado de catalepsia, llegué en espíritu a un lugar desolado, que al parecer era en las afueras de Santiago. Fui guiada hasta donde se encontraban tres Naves espaciales, siendo una de ella más grande que las dos restantes y cuyas características voy a relatarles.
Su estructura era de un material compacto, como de una sola pieza, de color plomo aluminio opacado y forma de cúpula, en cuya parte superior e inferior sobresalían fuentes de energía luminosa intermitentes de color rojo intenso, muy hermosas. Rodeando estas fuentes se encontraban otras más pequeñas, de color blanco y verde, lo que daba a las Naves un aspecto fantástico e impresionante. Las Naves estaban suspendidas más o menos a cincuenta centímetros de la superficie.
Al llegar, fui recibida por siete hermanos tripulantes de éstas, que me saludaron con la señal de la Cruz. Eran de más o menos unos dos metros de estatura, contextura muy perfecta y proporcionada, de tez blanquísima, cabellos rubios dorados, semis ondulados, labios muy rojos y ojos de colores verdes, azules y violetas, cuyas miradas eran de un dulzor celestial. Vestían un traje de color blanco muy intenso, de una sola pieza, que los cubría desde los pies hasta el cuello y se ceñía a sus cuerpos, dejando ver la belleza de éstos.
El Jefe de Ellos me condujo a la Nave madre, ayudándome a subir por una escalerilla de treinta peldaños, me seguían los demás Hermanos, que eran de ambos sexos. Al llegar a los últimos peldaños, se abrió súbitamente y en forma automática una compuerta, que a simple vista no se percibía. Al entrar en ella se encendieron unas luces muy potentes de color blanco, cuya luminosidad me hizo cerrar los ojos y, aun así, ésta traspasaba mis párpados. Entonces escuché al Jefe de Ellos, que me daba el siguiente Mensaje, con una voz agradable de escuchar, dulce, varonil, profunda y suave a la vez:
“El género humano debe ser transformado profundamente. Todos deben conocer y practicar las enseñanzas del Mesías. Amen al Padre Creador, porque hoy la honradez, la bondad y la inteligencia, son muy raras y muy frágiles en los pueblos de este planeta, como lo han sido en todos los tiempos. El género Humano debe ser trasformado profundamente. Ni la sabiduría ni la virtud de los antiguos sabios logró cambiar a los hombres, y al cabo de casi dos milenios, no lo ha logrado el cristianismo.
Si los científicos, filósofos, educadores y sacerdotes terrenos siguen vuestro camino, podría el hombre ser transformado en verdadero hombre e hijo del Padre, seríamos verdaderamente hermanos y podríamos nuevamente comunicarnos con ustedes, como lo hicimos ya hace tres mil años antes de Cristo, cuando por Voluntad del Padre vinimos a prestarles ayuda y fuimos rechazados por la flaqueza del hombre, por las ambiciones desmedidas, por la sed del poder, porque se creyeron suficientes, sabios y perfectos, pero sin amor.
Hemos venido a ayudarles Hermana Antonia. Sé tú fiel Pastora de tu rebaño y cuídalos, porque sólo la Ciencia del Padre puede elevar a los seres humanos de este estado inferior a otro superior, porque los inferiores de espíritu son aquellos que hoy se creen civilizados y que tienden en formas violentas a establecer solo la comunidad de los bienes materiales, olvidando todos los valores humanos. Así se alejan del Padre Creador, único Dueño y Señor de todo Lo Creado.
Vosotros como espirituales, tenéis la obligación de imitar en cuanto sea posible a vuestro Maestro Mesías, aunque es difícil de imitar en todas sus partes a tan Sublime y Divino modelo, pero el que dice amarle, debe amar en primer lugar al Padre Creador. Que en vuestros espíritus brille la Luz de Su Infinita Caridad.”
Cuando bajé de la Nave, ésta se transformó en todo un haz de luz brillantísima, la cual despegó a una velocidad superior a la velocidad de la luz. Al despedirse de mí, lo hicieron nuevamente con la señal de la cruz.
Es necesario aclarar que estas Naves Espaciales no corresponden a nuestro Sistema Solar y sus Espíritus son elevadísimos y muy progresados.”